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miércoles, 26 de junio de 2013

Melaza

El cierre de un ingenio azucarero sirve de escenario a Carlos Lechuga para rastrear un abanico de miserias dentro de un batey de la Cuba de hoy. Toca el alma de seres que no encuentran una forma legal de generar ingresos para sobrevivir. Lechuga sabe hacer cine. Llena su película de virtudes técnicas para desenmascarar lastres morales, y la descomposición social.
Con movimientos lentos de su cámara, el director esboza personajes que cruzan trampas y cometen acciones ingenuas, pero contrarias a la “disciplina” impuesta. Esos planos profesionalmente lentos, recuerdan a los mexicanos Amat Escalante y Carlos Reygadas, salvando distancias y propósitos. Pero a diferencia de ellos, Lechuga no pretende, sino explora; no rehúye de las formas, sino las dibuja sin excesos porque su propósito es tocar la frustración de un país a partir de la tragedia de esos protagonistas.
El filme está construido a partir de un espacio físico que incide en todo el relato. Se trata de un paisaje, una territorialidad preexistente a los personajes y a sus conflictos. “Melaza” puede leerse de dos formas. La primera tiende hacia la exploración de un espacio abstracto, donde predominan contrastes y texturas dentro de un tono aéreo.
La segunda es la historia de personajes reales, sus conflictos y obstáculos. Escenas muy creativas se filman alrededor de una cisterna vacía del ingenio azucarero, donde el profesor imparte clases de natación sin que los niños puedan nadar, y casi al final, cuando la lluvia la llena, los niños nadan junto al profesor en el agua churrosa. De ahí que no estemos ante un filme que busca el naturalismo, sino que maniobra dentro de un caleidoscopio en forma de espiral.
En otro aporte que se aplaude, Lechuga se apoya en su factura documental. “Melaza” fue rodada en el batey de un central, y una de sus virtudes es aprovechar ese escenario natural para sus fines artísticos. Esa persistencia sobre el vacío es la marca dramática de los personajes. Son ruinas que deambulan entre ruinas. Pero ruinas llenas de palpitaciones que no cesan de intentar recomponer el pequeño mundo que habitan.
Lechuga reproduce artísticamente retratos epocales cercanos al “lavado de cerebro”, como pueden ser las bocinas de los autos del gobierno arengando a las masas, las consignas reproducidas en la portada de los diarios y los actos de “reafirmación revolucionaria” en plazas públicas, donde no queda más remedio que sonreír y agitar banderitas (una adaptación muy parecida a la tragicomedia habanera en la fastuosa Plaza de la Revolución).
Con independencia de sus valores artísticos, con “Melaza”, su ópera prima, Carlos Lechuga logra un discurso ético que no pasará inadvertido, no solo por sugerir, sino por cantar a la capacidad de simulación que se debe asumir frente a un Estado que tiende a la marginación colectiva. Su final puede hacer llorar de rabia, tanto aquí como allá.

Ficha técnica
Año: 2012. País: Cuba. Duración: 100 minutos. Director: Carlos Lechuga. Sinopsis: Una pareja de jóvenes que reside en el batey de un ingenio azucarero cerrado, tiene que sobrevivir a la gran crisis económica y a la falta de empleo de la Cuba de hoy.