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jueves, 1 de enero de 2015

El road movie: historia y evolución

Estudiosos del cine consideran que “It Happened One Night” (1934), de Frank Capra, inaugura el género que retrata el escenario móvil dentro de la gran pantalla. Sea como fuere, aquella obra, premiada en su tiempo con el ”scar a la Mejor Película, rastreó la sensibilidad de la fuga (en ómnibus, en auto, o pidiendo “bola”) de una pareja y, con ello, el género se expandió por todo el mundo.

El “road movie” ha sido considerado siempre como el género “de la carretera” aunque, con la evolución del séptimo arte, esas aventuras han legado a la historia del cine obras superiores al movimiento vehicular para incluir escenarios diversos: mares, ríos, lagunas, desiertos, viajes aéreos y galácticos, entre otros tantos.

Sin embargo, no estarían equivocados quienes piensan que los antecedentes del “road movie” datan desde el mismo surgimiento del cine, y no con una historia vinculada a autos u otros vehículos de rodaje por tracción. En 1902, el francés Georges Meliès estrenó en París su obra de ficción “Viaje a la luna” (8 minutos) donde un grupo de parisinos se enrolaba dentro de lo que hoy conocemos como nave espacial para llegar al satélite terrestre. Al llegar, y mientras exploraban el ansiado satélite, el grupo vivió peripecias nunca antes imaginadas por la mente humana. Fue deslumbrante ver la parafernalia montada por la excursión lunar, donde no solo los caballeros de la alta sociedad parisina celebraban la hazaña, sino un grupo de damas salidas del mejor episodio de farándula, posaba alrededor de la nave.

El cine silente (siempre en movimiento) también dejó para la posteridad otras historias que también pudieran considerarse precursoras del road movie. Tal vez, la que mayores versiones ha tenido hasta el presente ha sido la historia del Titanic. El hundiento del famoso trasatlántico cuenta, hasta la fecha, con 13 versiones para cine y televisión. La primera de ellas, “Save from the Titanic” es una producción muda estrenada en 1912, protagonizada por Dorothy Gibson. Ese primer intento narra la historia de una sobreviviente del Titanic. En el proceso de filmación se utilizaron imágenes reales de los sobrevivientes a su llegada a Nueva York y, para las escenas ficción, se utilizó el Olympic, buque gemelo. Sin embargo, esta cinta desapareció en 1914, tras el incendio de los estudios »clair. Ese mismo año, la cinematografía alemana estrenó “Entre la noche y el hielo”, también conocida como “La caída del Titanic”. Para aquella época, sus precarios recursos cinematográficos fueron ingeniosos. A partir de esa fecha, el Titanic devino en tema cautivante para directores y productores de todas las épocas y naciones. No se podría escribir la historia del cine sin mencionar la odisea de enorme buque en su viaje hacia la muerte.

El tema de los viajes interplanetarios fue vuelto a retomar en 1936 cuando la televisión norteamerica estrenó la serie “Flash Gordon”. En su primera temporada, la cinta partió de una historieta creada por Alex Raymond en 1934. En algunos países de Latinoamérica, el nombre del personaje se tradujo como “Roldán el Temerario”. Estos capítulos fueron referencias del “road movie” espacial hasta el estreno en 1953 de “La guerra de los mundos”, de Byron Haskin, basada en la novela del escritor inglés H.G. Welles. Fue en 1977 cuando los temas de viajes inter espaciales vuelven a adquirir ribetes de “road movie” con el estreno de “Stars War: Episode IV” dirigida por George Lucas y protagonizada por Harrison Ford y Mark Hamill, y “Encuentros cercanos de tercer tipo”, de Steven Spielberg. En un tono más intelectual pueden considerarse dos cintas anteriores: “2001: la Odisea del Espacio” (1968), de Stanley Kubrick y “Solaris” (1972), de Andreiv Tarkovski, obras capitales en la historia del cine.

Los marinos

La tragedia del Titanic abrió las puertas al road movie marítimo. La continuidad de obras con el tema de su hundimiento marcó la historia del séptimo arte. Ei “cine del Titanic” no fue un fenómeno exclusivamente norteamericano. Esta experiencia al igual que su antecesora “Viaje a la luna”, se inició fuera de Norteamérica. Eso explica que, en sus orígenes, el llamado “género” de carretera no tuvo su antecedente en filmes movidos por gomas en autopistas. Fueron las naves interplanetarias y los motores marinos los impulsores de embrujos. Fue después que se puso de moda el fenómeno rodante.

Los road movies marinos son amplios en cantidad, calidad y países. Tal vez, dentro de este segmento se existan cientos productos con sus respectivas particularidades. En cuanto al cine norteamericano, este encontró un filón comercial en las historias de corsarios y piratas, con la atenuante de que muy pocas de ellas se desarrollaron en terreno acuático. Los combates de banderas reducían los espacios de la historia porque, precisamente, estas se desarrollaban en tierra firme. El mar, en estos casos, significaba solo un reducido escenario de violencia. De todas estas cintas, “El capitán Blood (Michael Curtiz, 1935) con Errol Flynn y Olivia de Havilland tal vez sea la más emblemática.

En 1935, Frank Lloyd estrenó “Mutiny on the bounty”, basada en la novella de Charles Nordhoff y James Norman Hall, la cual obtuvo el Premio Oscar. Protagonizada por Clark Gable y Charles Laughton. La cinta ha tenido dos remakes, en 1962 y 1984, aunque sin el encanto de la versión original donde el director movió su cámara en inmensas piscinas dentro de los estudios y empleó imágenes superpuestas de tormentas marinas y navegación en velas. Fue un espectáculo cultural innovador con independencia del interés de su guión que todavía hoy conmueve y sobresalta.

Víctor Fleming lleva al cine en 1937 la novela de Rudyard Kipling “Capitanes intrépidos”, cuando un barco pesquero recoge a un niño náufrago a quien no le queda más remedio que adaptarse para sobrevivir. Por su trabajo como protagonista de esta cinta, el actor Spencer Tracy obtuvo el Premio Oscar.

A 1937 pertenece también “Almas en el mar”, de Henry Hathaway, con tres nominaciones al Oscar como Mejor Director, Mejor Banda Sonora y Mejor Director de Arte. Su tema suponía algo más que una aventura: En 1842, dos miembros de la tripulación de un barco que transporta esclavos intentan salvar sus vidas tras verse atrapados entre un motín y un huracán. Gary Cooper y George Raft fueron sus protagonistas.

En 1944, Alfred Hitchcock estrena “Náufragos”. Con un impecable trabajo de dirección de arte, la cinta fue filmada en piscinas gigantes y con una escenografía que recreaba el alta mar. Los efectos visuales del “El Mago del Suspenso” asombraron al mundo, al igual que su historia: Ocho sobrevivientes de un barco torpedeado comparten un bote salvavidas. También recogerán a un nazi que está a punto de ahogarse.

En 1954, Richard Fleisher adapta la novela de Julio Verne “20 mil leguas de viaje submarino” y dos años después, John Houston lo hace con la clásica novela de Herman Melville “Moby Dick”. La obsesión y el resentimiento de un hombre contra un monstruo marino que lo redujo a la condición de mutilado, presentará algo más de un desafío, sino un viaje a las entrañas de la condición humana y de cómo el falso sentimiento de venganza pudiera arrastrar a un grupo de hombres a su destrucción.

Los muertos en carretera

A las clásicas historias de recorridos en carreteras, ya bien en busca de turismo, trabajo o escape de prisiones (“Las viñas de la ira”, John Ford, 1940, “As I Lay Dying”, James Franco, 2013, “The Deflant Ones”, Stanley Kramer, 1958), se une, desde finales del siglo XX, una nueva saga de road movie donde el protagonismo recae en las tribulaciones de quienes tienen la encomienda de trasladar fallecidos de un sitio a otro, ya bien a caballo, a pie, o en distintos medios de transporte.

En 1995, los cubanos Juan Carlos Tabío y Tomás Gutiérrez Alea (Titon) se enrolaron en “Guantanamera”, la aventura de llevar un muerto de un lado a otro de la isla. La cinta, con guion de los propios directores y Eliseo Alberto, persiguió la crítica social dentro un clima de humor negro: la férrea burocracia cubana, con todos sus excesos y manipulaciones salió a la luz sin ningún tapujo, tema recurrente en la obra de Titon donde ya había alertado de propósitos temáticos similares en “La muerte un de burócrata”, aunque aquella ocurrencia se limitó al traslado del fallecido del cementerio a su casa y viceversa, así como del estoico recorrido del protagonista por innumerables oficinas en busca de un sello estatal que legalizara el entierro. Un guion del mexicano Guillermo Arriaga dirigido y protagonizado por Tommy Lee Jones, recreó la historia de un hombre dedicado a llevar a caballo, desde la frontera entre Estados Unidos y México hasta su pueblo natal a un infeliz inmigrante que el mismo hombre asesinó accidentalmente.

Titulada “Los tres entierros de Melquiades Estrada” (2005) el filme (ganador en Cannes al Mejor Guion y Mejor Actor), dirigido y protagonizado por Tommy Lee Jones, la historia, entre risas y asombros, trajo la historia de un hombre con cargo de conciencia por haber asesinado a alguien que no lo merecía. En el trayecto, el protagonista, con el muerto encinchado sobre otra bestia, vivirá momentos de excepción dentro de una atmósfera de humor negro muy bien recreada.

El director chino Zhang Yang estrenó en 2007 “Getting home” cuya historia transcurre alrededor de las peripecias de un trabajador que emprende un viaje a través de la República Popular China para devolver el cadáver de un amigo a su familia, y así cumplir una promesa. Con un ritmo pausado que no molesta, el filme mantiene rasgos de la filosofía oriental en tono de comedia desde un punto de vista no folklórico. El protagonista, con su muerto a cuesta emprende, una travesía difícil a lo largo y ancho del extenso país asiático, recibiendo, junto a gestos solidarios, el egoísmo y la ambición de sus semejantes.

Giros inesperados. terquedad, y desinterés, conforman algunas subtramas alrededor de los avatares del protagonista para enriquecer la atmósfera de su travesía.

En 2010, el israelí Eran Riklis llevó a escena “El viaje del Jefe de Recursos Humanos”, una cinta con puntos de contacto con “Guantanamera” (Gutiérrez Alea-Tabío), “El cebo” (Ladislao Vajda, 1958) o “El juramento” (Sean Penn, 2001), estas dos últimas basadas en obras de Dürrenmatt. El crítico M.

Torreiro de la revista española “Fotogramas” ha escrito sobre este filme: “Con un aplomo considerable para la puesta en escena (...) Rifklis cuenta una peripecia llena de claroscuros, poblada de personajes entre lo risible y lo dramático. Y lo hace con una solvencia del todo inhabitual”.

El espectador disfrutará una historia (la muerte por un coche-bomba de una extranjera que labora en una empresa local) que propone una sucesión de hechos variopintos, entre el drama y la comedia, al encargárle al jefe de Recursos Humanos de la referida empresa se le encomienda trasladar el cadáver por carretera, hasta la patria de origen de la víctima.

“Little Miss Sunshine” (Jonathan Dayton y Valerie Faris,2006) nominada a cuatro premios Oscar y ganadora de dos (Mejor Guion Original y Mejor Actor de Reparto) es una cinta renovadora, que trasciende por los valores de un relato desenfadado y una puesta en escena donde el talento supera la economía de recursos. La historia de una familia que emprende un viaje por carreta para participar en un evento desborda originalidad, un humor negro pocas veces visto y una cámara avivada, protagonista del relato cinematográfico.

En el transcurso del trayecto, un integrante de la caravana familiar fallece, lo que no es óbice para que, muerto y todo, ese grupo “sui géneris” prosiga en pos de su objetivo.

Los trenes

Desde “El tren arrollador” (1932) hasta “Snob Piercer” (2013) el road movie se ha movido también en las ruedas de un tren. Cientos de películas de diversas cinematografías han transcurrido dentro de vagones y locomotoras, como prueba de que las ruedas de hierro pueden engendrar historias. “El tren arrollador” fue un serial televisivo protagonizado por una banda de asaltantes de trenes empecinada en robar, matar y someter a la obediencia a todo lo que cruce en su camino.

“Snob Pierce”, dirigido por el surcoreano Bong Joon-ho es un filme de Ciencia Ficción co-producido entre los Estados Unidos y Corea del Sur donde un grupo de hombres sobrevive en un enorme tren que no deja de dar vueltas alrededor el mundo dentro impulsado por un movimiento eterno, tras un fallido experimento para solucionar el problema del calentamiento global que acabó con la vida sobre la tierra. Como toda aventura comercial, la película se reduce a un enfrentamiento justiciero entre el bien y el mal, aunque es digno reconocer el nivel de las actuaciones, la pulcritud de su guión, la magnitud de los efectos visuales y la magia de la escenografía, a veces apoyada por un eficiente manejo de la computadora.

Sin mucho ruido, con pocos recursos, pero con sentido de lo que es cine, Delmes Daves dirigió en 1957 “El tren de las 3.10 a Yuma” cinta que, con el paso del tiempo, se ha convertido en un referente del género western. Una versión comercial fue el remake que en 2007 dirigió James Mangold, con Russell Crowe y Christian Bale en los roles protagónicos y que artísticamente no llenó las mismas expectativas que la versión original, protagonizada por Glenn Ford. Lo especial de esta película es su condición de road movie “a caballo” hasta la estación del pueblo, donde deberá pasar el tren a Yuma a las 3.10 de la tarde para trasladar a un temible asesino ante la justicia. Su concepción de “tren” es meramente referencial porque la maquinaria solo aparece por unos instantes al final de la película.

En este ensayo donde los relatos salen como el humo de las locomotoras se incluyen productos de otras cinematografías como la checoeslovaca. La memorable cinta “Trenes rigurosamente vigilados” (1966) de Jiri Menzel, expone el avatar de un joven operador ferroviario en medio de la Segunda Guerra Mundial, cuando recibe la encomienda de proteger ciertos trenes estratégicos del nazismo para conquistar Europa Central. Al año siguiente, esta cinta mereció el Premio Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa.

A la versión cinematográfica de la novela de Agatha Christie “Asesinato en el expreso de Oriente” (Sidney Lumet, 1974) protagonizada por Albert Finney, Lauren Bacall, Vanessa Redgrave, Sean Connery e Ingrid Bergman (Ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto por esta cinta), le siguió una versión televisiva en 2001. El filme devino en clásico del road movie.

En 2007, el rumano Cristian Nemescu otorga un toque de comedia ferroviario con su aplaudida cinta “California dreaming”, protagonizada por Armand Assante. El filme, Mejor Película en “Un Certain Regard”, en Cannes, relata las ocurrencias que suceden en un tren de la OTAN que transporta equipamiento y soldados, a través de Rumanía, hacia la frontera serbia, al final de la guerra de Kosovo. Sin embargo, el tren debe parar en una aldea rumana, donde sus habitantes no están a gusto con esa presencia militar. En su momento, el crítico del Diario El País, Javier Ocaña, la calificó como: “Cínica, sutil, briosa, lejos del maniqueísmo y con un espectacular desenlace cargado de simbolismo”.

The interview


De Charles Chaplin a Woody Allen, el cine ha incluido películas burlescas contra los desmanes del poder y los poderosos. Muchas se centran, tal vez, en aquellos gobernantes que, como Hitler, Stalin, Mussolini tienen en su haber los mayores crímenes de Estado contra sus pueblos y la humanidad.
Sin embargo, estas producciones, a la hora de referir nombres y episodios han sabido respetar los parámetros culturales que toda empresa cultural debe guardar.
No pienso que a los cineastas les haya temblado el pulso a la hora de enfrentar la sátira política y omitir en ella escenas sin el menor asomo de respeto al pudor y al buen gusto. Acudir a la cultura para promover el desprecio como chanza requiere un nivel de ilustración adecuado.
El arte tiene sus reglas, modos, y emblemas. Y dentro de él caben todos los propósitos. El único y mayor requisito debe ser la buena hechura.
Refiero este comentario a propósito del estreno de la controversial cinta “The interview”, de los directores Evan Goldberg y Seth Rogen, centrada en ridiculizar a la figura del dictador norcoreano Kim Jong-un. 
La cinta ha adquirido una resonancia mundial gracias a la propaganda mediática y no dudo que se convierta en la más vista a nivel mundial.
Solo que al salir del cine, un espectador con dos dedos de frente tendrá, obligatoriamente, que incitar la reflexión.
¿Es “The interview” en realidad una película o supone un panfleto de tipo político con un objetivo descalificador de carácter populista?
Analicemos por partes. En “The interview”, sus directores abandonaron el camino del humor como elemento cultural. En vez de seguir los rumbos de exitosos productos de la sátira política como “Borat”, prefirieron la mendicidad ética, el mal doblaje, los recursos especiales endebles, la puesta en escena deplorable y las lagunas formales.
Para colmo, se apoyaron en un guion descabellado, más cercano al disparate que al entretenimiento, sin contar que reunieron un elenco que descuella por sus malas actuaciones.
Si el gobierno de Pyonyang no hubiera promovido el escándalo internacional, esta cinta habría pasado sin penas ni glorias, como otro de los tantos subproductos que campean por sus respetos bajo el nombre de películas.
No comparto la forma de gobierno que impera en Norcorea. Como ser humano, cuestiono las dinastías, las dictaduras y las mentiras del poder. Pero tampoco comparto la chabacanería, el populismo cultural y el mal cine. Semejantes categorías son tan perjudiciales para una sociedad como pueden ser la falta de alimentos, el encarcelamiento de opositores y el embrutecimiento de las masas. “The interview”, lamentablemente,  trascenderá por motivos extracinematográficos. Y la cinefilia lamentará que subproductos de esa envergadura circulen por el mundo.
Como buen latino, me gusta el choteo y el relajo, por supuesto. Pero con orden.

Ficha técnica
País: Estados Unidos.
Año: 2014. Directores: Evan Goldberg, Seth Rogen.
Guion: Dan Sterling (Historia: Evan Goldberg, Seth Rogen, Dan Sterling). Reparto: James Franco, Seth Rogen, Lizzy Caplan, Randall Park, Diana Bang, Timothy Simons, Reese Alexander, James Yi y Paul Bae.
Sinopsis: Un presentador de televisión y su productor, consiguen una entrevista exclusiva con el líder de Corea del Norte. Ante tal oportunidad, la CIA les pide que cometan un magnicidio para el cual no están preparados.

Arraiga, de Argénida Romero

Conocí a Argénida Romero como todo escritor lo debe hacer ante alguien que practica regularmente el ejercicio del criterio: por su obra. Su primer poemario, “Mudanzas”, trajo a una joven con herramientas para poder rastrear a su manera.
Este no fue un libro de búsqueda, sino una carta abierta para mortales curiosos. En un país donde la crítica literaria está muy por debajo de la obra creada, este poemario le ganó, junto al poco espacio difusivo, una legión de admiradores que no la olvidarían más.
Después, su literatura y su periodismo se difundieron de manera más organizada en su blog “El diario de la Rosa”, publicación que ganó masividad y premios.
El pasado año, su segundo poemario, “Arraiga”, obtuvo el Premio Joven de Poesía de la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo.
Sobre esta obra, escribió Pedro Antonio Valdez: “En virtud de la magia manifiesta en la manera de abordar los temas de su poética y en el uso que hace de los recursos retóricos, así como las frescas imágenes que deslumbran, con un lenguaje agudo que en ocasiones se torna irónico, tenemos la certeza de que nuestra autora ñpues ahora nos pertenece a todos, continuará en la senda de las letras, haciéndonos partícipes de su mundo interior, mostrado a través de una poesía fresca, fluida y cotidiana”.

El poemario 

Desde el inicio, se aprecia la una voz muy personal: “La nostalgia está hecha/de casas que se derrumban.” Con este aviso el lector se prepara para recibir una serie de avisos interiores (que no “interioristas”) donde la ternura se combina con el recuerdo, el dolor y la paradoja de su existir.
De esos temas salta al “Conjuro” iniciado con un verso antológico: “Quisiera encontrar una palabra para rescatarte” ¿Al amor? ¿Al pasado? ¿A su historia personal? Este es un texto de silencios y diafragmas donde la autora acude a un lenguaje comunicacional, celebrado por la síntesis, a manera de balsa salvadora de naufragios.
En “Buena niña” despunta el dolor como aguacero sin final: “A veces me canso de ser humana,/ agitada por el demonio que punza mi lengua/ y me roba los deseos de buena niña/ de la que cuida las rosas/cose el ruedo de su falda manchada/ y espanta pesadillas”.
La nostalgia y el dolor acorralan su discurso, siempre atento al descubrimiento, a la no repetitividad, a la acentuación de lo inesperado y a la invocación de un misterio que ella sabe guardar. Por eso pregunta en “Ensayo”: “¿Si todo callara?/ ¿Si la mudez abrazara este paisaje de presente prestado?/ ¿Si yo también callo y vuelvo transparente el nudo en mi garganta?”.
Argénida Romero sabe camuflar su nostalgia y gracias a ello, su dolor evoluciona hacia un estado de reverencia que le ha enseñado el arte de escribir bien y de pensar que las palabras son espadas contra la chapuza del diarismo. En “Celebración de la alegría” así lo demuestra: “Hay que celebrar la alegría/ cuando al fin llega/ hacerle reverencia/ multiplicarla/ ir con ella por las calles/ martillarla en las paredes/ sembrarla en las fisuras que destapa el ruido/ contagiarla/ regalarle las iglesias vacías/ descomponerla/ mirar su misterio/ coser su sombra a nuestra espalda/ para cuando se vaya/ poder sonreír/ sin llevar las cuentas”. Argénida Romero sabe seducir con la palabra.
Lo vuelve a demostrar aquí, con su “Arraiga”, donde se anuncia ya el estallido de una mujer con mirada atenta, corazón abierto y recursos técnicos capaces de no aburrir (a pesar de la recurrencia a la primera y segunda persona del singular en la mayoría de sus textos).
Si la poesía es, a la vez, cerebro y corazón, aquí hay un buen ejemplo de ella. Salud y buena vida a la poeta Argénida Romero y a su poesía.