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martes, 24 de septiembre de 2013

El capital


Luis Beiro
luis.beiro@listindiario.com

El cineasta franco-griego Konstantino Costa-Gavras (1933) viene derrochando maestría en el cine político. Es muy posible que su nombre no diga nada a las nuevas generaciones de cinéfilos, sobre todo porque sus principales aportes comenzaron desde finales de los años sesenta, en plena Guerra Fría, cuando dirigió obras fundamentales para la historia del cine: “Z” (1969, Oscar a la mejor película de habla no inglesa); “Missing” (1982, Palma de Oro a la mejor película en Cannes y Oscar al mejor guión adaptado); “Music box” (1989, Oso de Oro en Berlinale); “Amen” (2002, también Oso de Oro en Berlinale) y “Estado de sitio” (1973, sin premios, pero con aplausos).
Sin desdorar su técnica a la hora de poner en escenas sus relatos, su cine sobresale por mezclar la épica con el thriller político, aquel donde lo formal pasa a un segundo plano. Costa-Gavras no es un director alardoso, detenido en protuberancias fotográficas ni en ambientaciones lujosas. Su cine denuncia la política vernácula del tiempo que le tocó vivir. A los ochenta años de edad, en lo que se supone pueda ser su última película, y a la vez, su respuesta a la crisis financiera de hoy, Costa-Gavras nos trae “El capital”, una pieza que desnuda los oscuros resortes que mueven el empresariado contemporáneo (con sus despidos masivos incluidos y la no liquidación a sus empleados), esta vez centrado en el mundo de la banca.
Un directivo medio de una entidad crediticia es ascendido de la noche a la mañana a la presidencia de un banco.
Costa-Gravas lo persigue, revela la astucia y la sangre fría de este hombre que hace todo lo posible para sobrevivir e inyectar capital al negocio, ya bien proveniente de la mafia o de la corrupción.
A veces peca de pueril y simplista.
Sin embargo, el espectador agradecerá el desarrollo de esas imágenes claras, precisas y ajenas al simbolismo; esa vocación de contar sin pelos en la lengua y ese coraje por meterse en camisas de once varas, sin pensar en otra cosa que no sea la denuncia social.
No hay bostezos ni luxaciones sentimentales. La película sigue la vida del protagonista, sus travesuras, exabruptos y relaciones mal habidas. Costa- Gavras se empeña en signar las mieles del poder económico, arrancarle su disfraz de salvajismo, y demostrar que categorías de la ciencia económica como “competitividad”, “rentabilidad”, “desarrollo sostenible” y “estabilidad”, no son más que puros idiolectos para cerrar espacios y oportunidades de desarrollo y crecimiento para las personas.
En el orden personal me hubiera gustado menos didactismo y más cinematografía; hubiera preferido un protagonista que no se debatiera tanto entre la sátira y el cinismo; sin embargo, no dejo de reconocer (con todo y su guión falto de pulir), esta cinta de referencia obligada.

Ficha técnica
País: Francia. Año: 2012. Duración: 114 minutos. Director: Costa Gavras. Guión: Costa-Gavras, Karim Boukercha y Jean-Claude Grumberg (sobre la novela Stéphane Osmont). Reparto: Gad Elmaleh, Gabriel Byrne, Liya Kebede, Jordana De Paula, Celine Sallette, Hippolyte Girardot y Natacha Reginier. Sinopsis: En medio de la crisis financiera internacional, un importante banco francés decide cambiar a su Presidente por razones de salud. El nuevo incumbente, ambicioso y cínico, aplicará a sus empleados y clientes las nuevas reglas de su política.

El Director

Luis Beiro
luis.beiro@listindiario.com
Desde las primeras escenas, el personaje abre los ojos. La cámara lo envuelve con textura multicorde, y no lo deja en paz. Se levanta y el lente lo persigue hasta que recoge el mensaje que acaba de recibir, por fax, en idioma hebreo. No se dicen palabras, pero hay algo seguro: ese hombre siente un hondo dolor. A partir de ahí y durante cuatro minutos, la cámara continúa al acecho de manera despiadada. Dibuja su rostro, lo incendia de cotidianismo. Ese hombre,  se mueve entre la realidad y la ficción. Es el director de la Orquesta Sinfónica, que esa noche saldrá rumbo a Jerusalén, al frente de la compañía, para un concierto con el oratorio “La pasión según San Mateo”, del arzobispo Hilarion Alfeev. Pero ese amanecer, el hombre ha sufrido el mayor desgarro, y lo mantendrá en secreto gracias al muy bien logrado trabajo del célebre actor ruso Vladas Bagdonas.
Ese rostro grave, tenso, rígido y severo delata una tragedia.  Así lo dice el clímax de esa escena, cuando hombre deja abierto el grifo de agua de la cocina. ¿Un simple olvido? El hombre se retira a meditar mientras el agua cae. Solo el productor de la Ópera la cierra al llegar al apartamento del maestro a determinar por qué no contesta sus llamadas.
Toda esa poesía fílmica transcurre durante los primeros cinco minutos de metraje, mientras los créditos caen en la pantalla. Después, entran a escenas otros músicos con sus conflictos personales; no son simples máquinas dispuestas a labrar sus instrumentos, ya bien sean vocales, cordófonos o percutivos. Con esos sucesos, diatribas y profanaciones, el espectador se estremece. La historia contiene una atmósfera de misterio, sugeridora, donde nadie sabe lo que va a pasar con la vida de esos hombres y mujeres que trabajan la cultura.
Encuadres perfectos, ambientaciones apasionantes, música grandiosa y actuaciones inolvidables obligan a recomendar esta película del más reciente cine ruso, aunque su director no es nuevo en estas lides. Pavel Lugin (Moscú, 1949) ya ha sacado las uñas en obras como “El zar” (2009) y “Exorcismo” (2006). 
“El director” no es una obra perfecta. Algunos conflictos de los músicos están traídos por los pelos, como la muerte de la peregrina mientras busca a sus hijos en el mercado de Jerusalén, episodio previsible desde que salió a escena el joven musulmán que prestó su cuerpo como arma de destrucción masiva. Lugin no puede ocultar influencias de Coppola, sobre todo durante el proceso de preparación del cuerpo del fanático, la búsqueda de la madre y la detonación de la bomba, alternando estas imágenes con la ejecución del concierto.
La película debió finalizar cuando el protagonista lee la carta que escribió su hijo adolescente, escapado de su casa por incomprensiones: “Cuando entré en una tienda y pregunté si tenían pan, me respondieron que no tenían, entonces pedí un chicle. El vendedor no me entendió. Y nosotros no nos entendemos el uno al otro. Papá, disculpa que estoy muerto. No lo volveré a hacer más. Te quiero mucho. Sacha”


Ficha técnica
País: Rusia. Año: 2012. Duración: 90 minutos. Director: Pavel Lugin. Guion: Pavel Lungin, Valery Pecheykin. Reparto: Vladas Bagdonas, Inga S
trelkova-Oboldina, Karen Badalov, Serguei Koltakov, Seerguei Barkorskiy, Darya Moroz y Arseniy Spasibo. Sinopsis: La Orquesta Sinfónica de Moscú ofrecerá un concierto en Jerusalén. Durante el mismo saldrán a la luz los fantasmas de algunos músicos.