luis.beiro@listindiario.com
El
cineasta franco-griego Konstantino Costa-Gavras (1933) viene derrochando maestría
en el cine político. Es muy posible que su nombre no diga nada a las nuevas
generaciones de cinéfilos, sobre todo porque sus principales aportes comenzaron
desde finales de los años sesenta, en plena Guerra Fría, cuando dirigió obras
fundamentales para la historia del cine: “Z” (1969, Oscar a la mejor película
de habla no inglesa); “Missing” (1982, Palma de Oro a la mejor película en
Cannes y Oscar al mejor guión adaptado); “Music box” (1989, Oso de Oro en
Berlinale); “Amen” (2002, también Oso de Oro en Berlinale) y “Estado de sitio”
(1973, sin premios, pero con aplausos).
Sin desdorar su técnica a la hora de poner en escenas sus relatos, su cine sobresale por mezclar la épica con el thriller político, aquel donde lo formal pasa a un segundo plano. Costa-Gavras no es un director alardoso, detenido en protuberancias fotográficas ni en ambientaciones lujosas. Su cine denuncia la política vernácula del tiempo que le tocó vivir. A los ochenta años de edad, en lo que se supone pueda ser su última película, y a la vez, su respuesta a la crisis financiera de hoy, Costa-Gavras nos trae “El capital”, una pieza que desnuda los oscuros resortes que mueven el empresariado contemporáneo (con sus despidos masivos incluidos y la no liquidación a sus empleados), esta vez centrado en el mundo de la banca.
Un directivo medio de una entidad crediticia es ascendido de la noche a la mañana a la presidencia de un banco.
Costa-Gravas lo persigue, revela la astucia y la sangre fría de este hombre que hace todo lo posible para sobrevivir e inyectar capital al negocio, ya bien proveniente de la mafia o de la corrupción.
A veces peca de pueril y simplista.
Sin embargo, el espectador agradecerá el desarrollo de esas imágenes claras, precisas y ajenas al simbolismo; esa vocación de contar sin pelos en la lengua y ese coraje por meterse en camisas de once varas, sin pensar en otra cosa que no sea la denuncia social.
No hay bostezos ni luxaciones sentimentales. La película sigue la vida del protagonista, sus travesuras, exabruptos y relaciones mal habidas. Costa- Gavras se empeña en signar las mieles del poder económico, arrancarle su disfraz de salvajismo, y demostrar que categorías de la ciencia económica como “competitividad”, “rentabilidad”, “desarrollo sostenible” y “estabilidad”, no son más que puros idiolectos para cerrar espacios y oportunidades de desarrollo y crecimiento para las personas.
En el orden personal me hubiera gustado menos didactismo y más cinematografía; hubiera preferido un protagonista que no se debatiera tanto entre la sátira y el cinismo; sin embargo, no dejo de reconocer (con todo y su guión falto de pulir), esta cinta de referencia obligada.
Sin desdorar su técnica a la hora de poner en escenas sus relatos, su cine sobresale por mezclar la épica con el thriller político, aquel donde lo formal pasa a un segundo plano. Costa-Gavras no es un director alardoso, detenido en protuberancias fotográficas ni en ambientaciones lujosas. Su cine denuncia la política vernácula del tiempo que le tocó vivir. A los ochenta años de edad, en lo que se supone pueda ser su última película, y a la vez, su respuesta a la crisis financiera de hoy, Costa-Gavras nos trae “El capital”, una pieza que desnuda los oscuros resortes que mueven el empresariado contemporáneo (con sus despidos masivos incluidos y la no liquidación a sus empleados), esta vez centrado en el mundo de la banca.
Un directivo medio de una entidad crediticia es ascendido de la noche a la mañana a la presidencia de un banco.
Costa-Gravas lo persigue, revela la astucia y la sangre fría de este hombre que hace todo lo posible para sobrevivir e inyectar capital al negocio, ya bien proveniente de la mafia o de la corrupción.
A veces peca de pueril y simplista.
Sin embargo, el espectador agradecerá el desarrollo de esas imágenes claras, precisas y ajenas al simbolismo; esa vocación de contar sin pelos en la lengua y ese coraje por meterse en camisas de once varas, sin pensar en otra cosa que no sea la denuncia social.
No hay bostezos ni luxaciones sentimentales. La película sigue la vida del protagonista, sus travesuras, exabruptos y relaciones mal habidas. Costa- Gavras se empeña en signar las mieles del poder económico, arrancarle su disfraz de salvajismo, y demostrar que categorías de la ciencia económica como “competitividad”, “rentabilidad”, “desarrollo sostenible” y “estabilidad”, no son más que puros idiolectos para cerrar espacios y oportunidades de desarrollo y crecimiento para las personas.
En el orden personal me hubiera gustado menos didactismo y más cinematografía; hubiera preferido un protagonista que no se debatiera tanto entre la sátira y el cinismo; sin embargo, no dejo de reconocer (con todo y su guión falto de pulir), esta cinta de referencia obligada.
Ficha técnica
País: Francia. Año: 2012. Duración: 114 minutos. Director: Costa Gavras. Guión: Costa-Gavras, Karim Boukercha y Jean-Claude Grumberg (sobre la novela Stéphane Osmont). Reparto: Gad Elmaleh, Gabriel Byrne, Liya Kebede, Jordana De Paula, Celine Sallette, Hippolyte Girardot y Natacha Reginier. Sinopsis: En medio de la crisis financiera internacional, un importante banco francés decide cambiar a su Presidente por razones de salud. El nuevo incumbente, ambicioso y cínico, aplicará a sus empleados y clientes las nuevas reglas de su política.