Valen los ojos sin el maldito crepitar porque van a perderse en la contradicción. El miedo a saber impide el grito. La verdad ya nada tiene que decir, ni que enseñar y todos jugamos a esconderla.
La vida se ha perdido en una plaza comercial y tiene un precio al alcance de mentecatos. Con luces de neón y carteles en idiomas imposibles la vida deja de encantar.
Entra un fantasma mudo por cada inspiración. Se at ve a desafiarnos porque sólo sabe repartirse dentro del castigo.
Si alguna vez se dejara de engañar, si por un maldito instante se pudiera cambiar el rostro y pasear por la gloria en forma de espectáculo. Si pudieran los muñecos dejar de jugar a las verdades y asumieran el oficio de la bestia. Si llegara el fin de la piedad y todas las manos no pidieran indulgencia.
Si todo no fuera más que una carpa al aire libre, y el asombro de un público hambriento de perder.
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